Crimen y Castigo es la obra que puso a Dostoievski en la mira de la literatura universal. Escrita tras una crisis en 1866, fue uno de los trabajos que más tiempo y trabajo le tomó. Valió la pena teniendo en cuenta la magnitud moral que logra alcanzar su temática, ya que avala el tema de la conciencia en la mente criminal, tópico casi ignorado para la época, lo cual llevó a una polémica de enormes dimenciones. La historia recae principalmente en los pensamientos brumosos de Rodion Raskólnikov, un joven agoviado por la pobreza y el hambre que siente un llamado a la grandeza por sobre la media de su generación, maquinando una teoría que justifica los actos criminales con un fin todavía más noble. Condimentando el transcurso de la novela se encuentran diversas historias que en un momento u otro se van enredado con la trama protagónica de Rodion, lo que lo lleva a veces a salirse un poco del hilo central, acudiendo a largos monólogos que resultan llegar a ser tediosos. A veces pareciera quedar la sensación de que muchos de esos diálogos no hacen más que dilatar de un modo absurdo el ritmo de la historia, ya que en varias ocaciones nada tiene que ver con lo que está sucediendo ni nada aportan. Pero lo que sí llama la atención es, pese a la confusión con la que Rodion intenta justificar sus pensamientos, casi rallando en lo absurdo, a medida que se va desarrollando una actitud nerviosa y paranoica, uno comienza a sentirse reflejado en el personaje (y si no es con él, con alguno de los que lo siguen). Esto porque Dostoievski logra penetrar en la fibra más humana de cada uno de los personajes, especialmente en la del criminal. Todos los actores de la novela presentan personalidades muy marcadas y respresentativas que muchas veces nos parecen exageradas, por lo que no es extraño que uno pueda verse reflejado en más de una actitud entre varios de ellos.
En otra instancia también es importante destacar otra facultad del autor: la de depurar la moral intrínseca, a veces muy escondida, de cada ser humano. La lucha interna de Raskólnikov para justificar su acto, por buscar escusas para convencerse a sí y a los demás, solo termina por agotarlo mentalmente y llevarlo al borde de la locura, una pelea entre su impulsividad y su mal comprendida moralidad. Al final quedamos con la pregunta de cuál fue verdaderamente el castigo. No voy a hacer un adelanto, pero si lo leen con cuidado sabrán inmediatamente que la propia moral puede llegar a ser mucho más severa y eficaz que la ley.
Este relato dio el pie para muchas novelas del mismo corte que se adentraron el tema de la humanidad olvidada e ignorada de los criminales, sin necesidad de justificar sus delitos, sino más bien adentrarnos en el infierno interior para llegar, no tanto a sentir empatía, como para llegar a comprender que también se trata de seres humanos, por más brutal que fuesen sus actos. Lo cual también es muy llamativo, ya que la gente normal tiende a preguntarse cómo es posible que un ser humano haga tal o cual cosa. Pues bien, gracias a Dostoievski y los que luego siguieron desarrollando él tópico de la mente criminal (como es el caso de A Sangre Fría de Truman Capote), podemos tener una radiografía bastante certera de hasta dónde es capaz de llegar una persona, ya sea por insanidad, instinto descontrolado, sadismo, odio, venganza y tantas otras bajas pasiones que pueden acabar no solo con la víctima, sino también el victimario.