miércoles, 29 de octubre de 2008

Crimen y Castigo



Crimen y Castigo es la obra que puso a Dostoievski en la mira de la literatura universal. Escrita tras una crisis en 1866, fue uno de los trabajos que más tiempo y trabajo le tomó. Valió la pena teniendo en cuenta la magnitud moral que logra alcanzar su temática, ya que avala el tema de la conciencia en la mente criminal, tópico casi ignorado para la época, lo cual llevó a una polémica de enormes dimenciones. La historia recae principalmente en los pensamientos brumosos de Rodion Raskólnikov, un joven agoviado por la pobreza y el hambre que siente un llamado a la grandeza por sobre la media de su generación, maquinando una teoría que justifica los actos criminales con un fin todavía más noble. Condimentando el transcurso de la novela se encuentran diversas historias que en un momento u otro se van enredado con la trama protagónica de Rodion, lo que lo lleva a veces a salirse un poco del hilo central, acudiendo a largos monólogos que resultan llegar a ser tediosos. A veces pareciera quedar la sensación de que muchos de esos diálogos no hacen más que dilatar de un modo absurdo el ritmo de la historia, ya que en varias ocaciones nada tiene que ver con lo que está sucediendo ni nada aportan. Pero lo que sí llama la atención es, pese a la confusión con la que Rodion intenta justificar sus pensamientos, casi rallando en lo absurdo, a medida que se va desarrollando una actitud nerviosa y paranoica, uno comienza a sentirse reflejado en el personaje (y si no es con él, con alguno de los que lo siguen). Esto porque Dostoievski logra penetrar en la fibra más humana de cada uno de los personajes, especialmente en la del criminal. Todos los actores de la novela presentan personalidades muy marcadas y respresentativas que muchas veces nos parecen exageradas, por lo que no es extraño que uno pueda verse reflejado en más de una actitud entre varios de ellos.

En otra instancia también es importante destacar otra facultad del autor: la de depurar la moral intrínseca, a veces muy escondida, de cada ser humano. La lucha interna de Raskólnikov para justificar su acto, por buscar escusas para convencerse a sí y a los demás, solo termina por agotarlo mentalmente y llevarlo al borde de la locura, una pelea entre su impulsividad y su mal comprendida moralidad. Al final quedamos con la pregunta de cuál fue verdaderamente el castigo. No voy a hacer un adelanto, pero si lo leen con cuidado sabrán inmediatamente que la propia moral puede llegar a ser mucho más severa y eficaz que la ley.

Este relato dio el pie para muchas novelas del mismo corte que se adentraron el tema de la humanidad olvidada e ignorada de los criminales, sin necesidad de justificar sus delitos, sino más bien adentrarnos en el infierno interior para llegar, no tanto a sentir empatía, como para llegar a comprender que también se trata de seres humanos, por más brutal que fuesen sus actos. Lo cual también es muy llamativo, ya que la gente normal tiende a preguntarse cómo es posible que un ser humano haga tal o cual cosa. Pues bien, gracias a Dostoievski y los que luego siguieron desarrollando él tópico de la mente criminal (como es el caso de A Sangre Fría de Truman Capote), podemos tener una radiografía bastante certera de hasta dónde es capaz de llegar una persona, ya sea por insanidad, instinto descontrolado, sadismo, odio, venganza y tantas otras bajas pasiones que pueden acabar no solo con la víctima, sino también el victimario.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Con Buena Onda Viajamos Mejor

Transantiago: el camión de carga para el chileno.

El sistema de transportes aplicado en Santiago desde el 10 de febrero de 2007 ha demostrado ser una de las barbaries más grandes de los últimos años en la vida cotidiana de los ciudadanos. Es de esas cosas que hay que experimentar para entender realmente la magnitud de sus falencias y unirse al clamor de los usuarios que se tienen que enfrentar a este moustro día a día. Quién no lo ha hecho no tiene derecho alguno de criticar a los que critican. Pero luego de un año de penurias junto al pueblo, decidí "darle una vuelta" y PENSAR POSITIVO.


Hay gente que de verdad sufre por las falencias de este sistema. Yo he tenido la suerte de que mis problemas a raíz de esto no han sido más que molestias desagradables y uno que otro dolor de cabeza. Por eso decidí tomármelo con humor y aportar algo de conciencia también a los usuarios que se ven en mi misma situación, ya que como dice el punky del metro: "con buena onda viajamos mejor". Considerar que hay gente que tiene motivos mil veces más pesados que los míos (que los de muchos), me ha ayudado a regalar una sonrisa a quienes de verdad les hace falta. Ejemplo de esto: rara vez un chofer ha sido descortez conmigo, sepan ustedes que también son personas y son quienes se llevan la peor parte, porque nosotros pasamos un mal rato, pero ellos están sobre la bestia todo el día; ellos tienen que bancarse el desquite de los pasajeros enrabiados todos los días con el sistema, siendo que la mayor parte de la culpa no es de ellos, si no de los ejecutivos sentados en sus butacas, cómodos y calefaccionados, los que no tienen que escuchar los reclamos en la oreja, ni las amenazas, ni los insultos. Es natural los choferes sean mala onda, porque en esas condiciones de trabajo ¿quién no se considera menos persona, denigrado y humillado por hacer un trabajo honesto mal remunerado y encima mal agradecido?
Una vez un chofer cansado no me devolvió el saludo y la señora que se subió atrás mío me dijo "¿no te parece que son unos rotos de mierda, que no te devuelven el saludo?" Yo la miré y le dije "Sí me lo devolvió, solo que usted no lo escuchó". Por supuesto, ellos agradecen esa actitud, aunque no lo digan.
Yo sola no puedo cambiar el absurdo sistema de transportes que tenemos, nadie puede solo. Pero de nada sirve quejarnos en el campo de batalla, las cosas se hacen bien o no se hacen. Los reclamos van con quién corresponde. Yo detesto Transantiago como cualquier ciudadano normal, pero ya he comprobado que ser mala onda y despotricar contra el mundo no va a cambiar la situación. Las cosas malas caen por su propio peso y dado que yo no corro el riesgo de que me despidan por llegar tarde, nada me cuesta hacer un pequeño esfuerzo por alivianar la tensión de los menos responsables y más perjudicados: los usuarios. Proque es cierto, comprobado, garantizado: "Con buena onda viajamos mejor".