domingo, 30 de marzo de 2008

Cómo llegué a Kerouac

Todo quien se considere amante de la lectura debe pasar obligadamente por alguno de los clásicos de la llamada "Prosa Espontánea". Pues bien, a los 19 años no había siquiera escuchado el término (cosa que me duele admitir). Pero heme un día en mi clase de literatura hispana. La profesora adormecía cualquier intento de concentración en los estudiantes, que al ser extranjeros y que en su mayoría no hablaban español, no podían tolerar despiertos la voz cansina y grave de la profesora. Incluso yo que encontraba tan fascinante lo que decía, no podía resistirme a su opiáceo efecto. Pasaba un día en el que veo a dos alumnos mirando por la ventana y luego de unos minutos se decidieron a entrar. Ambos buscaron por unos segundos un lugar para sentarse y puesto que yo me hallaba en un lugar relativamente aislada del grupo, uno de ellos sentose a mi lado. Con una sonrisa me preguntó que clase era aquella. Noté su acento y le dije que era Literatura Hispana para extranjeros, y casi a la par él afirmó que yo no era argentina y con la misma expresión de extrañeza afirmé yo que él sí lo era. Y entre risas sofocadas noté con cierto humor un halo etílico que lo circundaba. Nos pusimos a conversar en voz baja, comenzando por la aguda observación de la voz funeraria de la profesora. Sus comentarios sarcásticos me dejaron fascinada y perdoné del todo su estado eufórico. Y de igual forma me sorprendieron su buen gusto, su cultura y sus preferencias. Aprovechando el ambiente de la clase comenzamos a hablar de nuestra lectura personal y él me mencionó En el Camino de Kerouac. Yo solo había oído el nombre del autor de pasada en una lista de los autores favoritos de Morrison, pero no pasaba de eso. Entusiasmado como estaba, prometió buscarme al día siguiente para prestármelo, hablando mil y un maravillas de las aventuras autobiográficas narradas en el libro. Le pregunté si su borrachera le permitiría recordarlo y él me lo aseguró con su palabra de caballero. En ese entonces aún no había tenido el honor de ser partícipe de una verdadera palabra de caballero y me pareció irónico que procediera de un chiquillo medio ebrio por un vodka a esas horas del día. Para rematar aquella simpática anécdota aquella tarde, luego de la clase, este chico tuvo la gentileza de encaminarme a mi casa y dejarme en la puerta del edificio.


Es así como al día siguiente terminaba mi clase de economía y a la salida del edificio me encuentro con el susodicho que me aguardaba sobriamente sentado en una banca incerto en la lectura de otro autor de la talla. Yo no lo reconocí inmediatamente, ya que la sonrisa brillante habían sido reemplazadas por una mirada aguda, desiteresada y pacífica y un gesto apaciguador en la boca. De un salto se acercó a mi para hacerme entrega del libro y nuevamente me encaminó a casa.
Fue así como tuve en mis manos por casi dos meses En el Camino, libro clásico norteamericano y precursor de la cultura beat de los '50. Con su Prosa Espontánea, la que me gustó mucho, y sin embargo por falta de tiempo no pude terminar de leer y preferí devolverlo antes de perder el contácto con este chico y quedarme con el libro, siendo que era de sus favoritos. Además concideré que no había sido el momento propicio debido a mi propia disposición personal. En diciembre decidí intentarlo de nuevo con el dichoso autor, ya ue no podía dejar de interesarme por alguien que había inferido tan íntimamente en la personalidad tan genial personaje que era mi amigo. Y muy en contra de sus gustos me leí una de sus obras que, pensé yo, encajaría mejor con mis gustos. Y he ahí que en cuestión de una semana me leí Los Subterráneos. Y curioso el hecho de que efectivamente encajó conmigo. Fascinante hitoria en la que narra su tortuoso romance con una joven de color, con sangre negra e indígena a la vez. A pesar que no fuera esa la causa, no volví a ver a mi amigo, pero su paso por mi vida fue crucial en muchos sentidos y una de esas causas fue el haberme habierto las puertas de un mundo matizado por el under y el refinamiento de una cultura mórbida, sensualista y cruda, sin dejar de lado el buen gusto, la bohemia de mediados del siglo pasado que tanto me gustó siempre. Y naturalmente que su legado no llegó hasta ahí, si no que me llevó de la mano a pasearme por Miller y Bukowski, entre otros.

Este fue un pequeño tributo a su corto paso por mi vida y la importancia que ejerció su amistad y que si está escrito 'en el camino' nos volveremos a ver porque el mundo es un moco pegado a la pared del Universo.