domingo, 1 de marzo de 2009

Al final lo podrido no es la juventud

"Ser frugales equivale a tomar lo que verdaderamente necesitamos, y no lo que trata de imponer un mercado ceñido a las pautas de un esquema suicida. Esto no significa que caducaron la industria y el comercio. De ningún modo. Caducó el régimen del lucro inmundo a expensas de la felicidad humana. Deberemos reaprender a utilizar tres recursos básicos que perdimos de vista en medio de la alienación materialista: el tiempo, la energía y la imaginación. Malgastamos nuestro tiempo de vida en trivialidades infinitas, en jugarretas de odio infructuoso: no profundizamos los dones naturales que cada cual trae consigo y no los llevamos a su consumación. Asimismo, desaprovechamos nuestra energía vital que, convertida en trabajo inventivo, podría dar pleno sentido al hecho de haber nacido: no puede ser que todo consista en actuar rutinariamente durante 30 ó 40 años para desembocar en una magra o jugosa jubilación. Finalmente, no nos detenemos a ejercer nuestra capacidad imaginativa en función de la creación de alternativas viables y deseables frente a la descomposición de los supuestos valores de una época signada por la hipocresía, la corrupción institucional, la depredación del entorno natural y la dilapidación de valiosos recursos científicos y técnicos en operaciones bélicas."
Extracto de la introducción de La Generación "V", de Miguel Grinberg.
Un análisis del verdadero sentimiento que impulsó el movimiento contracultural a mediados del pasado siglo, algo que la mayoría ve como una moda, un montón de jóvenes rebeldes que no querían seguir los esquemas establecidos y que llevaron a lo que muchos creen que es la decadencia de la juventud hoy en día. Pues sepan que este no es más que el mundo que le dejaron a sus hijos los padres y los padres de sus padres. Hubo una generación completa que intentó hacer un cambio, pero en su humana naturaleza fracasaron y se perdieron en las garras superiores del sistema. Y que a medida que avanzaban los años fueron quedando cada vez más desprestigiados en la memoria histórica y que muchos de sus actuales admiradores no toman el verdadero peso del intento de cambio profundo de una sociedad envenenada por el consumismo.
Por cierto, la juventud siempre fue decadente, es el paso de la vida de juego, bondad y fantasía infantil al mundo desesperanzado, rutinario y desalmado de los adultos. Es pasar de soñar el presente a soñar un futuro que se posterga más y más. Cómo se le puede pedir a un adolescente que no se rebele, que no se queje, que no intente (casi en vano) pelear por un ideal para no perder del todo el brillo de su vida. Dar patéticas convulsiones por no querer dejar atrás la alegría de estar vivo para entregarse al infortunio de tener que subsistir para alcanzar algo que se ve siempre tan lejos. Es ese el que empezando a descubrir los sin sabores de la vida, sueña con un pasado que no ha de volver nunca. Y ya lo dijo Aristóteles cuando se quejaba de que la juventud estaba perdida, que ya no respetaba a nadie, que vivían de ideales incompatibles con la realidad y que ya no enaltecía la imagen de la autoridad... siglo IV aC. ¿Les suena familiar?